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Los trastornos de la alimentación se denominan así porque sus síntomas incluyen formas de alimentación alteradas hasta el punto de convertirse en un problema y un riesgo para la salud de la persona. Aunque existen otros, los más conocidos son la anorexia y la bulimia. En ambos casos existe un gran miedo a engordar, pero en el caso de la anorexia la persona deja de comer, mientras que en la bulimia come en ocasiones gran cantidad de comida en poco tiempo y después la intenta “eliminar” por medio de vómitos, ejercicio, etc.
Este tipo de trastornos conllevan un alto grado de alarma para quienes rodean al paciente y para la sociedad, por la gravedad de sus consecuencias y, especialmente, porque las causas y mecanismos que lo inician y mantienen no son conocidos ni comprendidos por el gran público (en muchos casos tampoco por los profesionales sanitarios). Se tiende a pensar en ellos como una forma de búsqueda de atención o una conducta caprichosa. La realidad es que:
– Tanto la anorexia como la bulimia se desarrollan y mantienen según mecanismos comprensibles y modificables.
– Las personas que están en este trastorno tienen un alto grado de sufrimiento.
– Este trastorno tiene su base en una problemática compleja que combina lo psicológico y lo biológico (que contribuye a su mantenimiento una vez iniciada).
Los criterios para el diagnóstico de los trastornos se centran en aspectos lo más objetivos, medibles y observables posibles para aumentar la precisión en el diagnóstico. Nos servirán para comenzar a conocer los trastornos de conducta alimentaria desde el cómo se muestran al exterior.
Anorexia
- Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal (calculado según tablas que relacionan estatura y peso o crecimiento por edad).
- Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal.
- Alteración en la percepción del peso o la silueta corporales, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal.
- En las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea (desaparición de la menstruación).
Bulimia
- Presencia de atracones recurrentes, un atracón se caracteriza por:
- Ingesta de alimento en un corto espacio de tiempo en cantidad superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en similar periodo y circunstancias.
- Sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento.
- Conductas compensatorias inapropiadas, de manera repetida, con el fin de no ganar peso, como son provocación del vómito; uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos; ayuno y ejercicio excesivo
- Atracones y conductas compensatorias se producen al menos dos veces a la semana durante un periodo de tres meses.
- La autoevaluación está exageradamente influida por el peso y la silueta corporales
- La alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de la anorexia nerviosa.
Esta es la forma en que se muestran los trastornos de conducta alimentaria, aunque para poder entenderlos debemos profundizar en cuáles son las causas de que aparezcan y se mantengan.
Cómo se originan
Existen una serie de características personales que predisponen o favorecen la aparición de este tipo de trastornos, aunque no pueden producirlo por si solos. De igual manera que hay personas con predisposición a problemas de corazón, pero sólo los tendrán si fuman, beben, comen en exceso y no hacen ejercicio físico, los factores que predisponen a los trastornos de conducta alimentaria necesitan tener cierta intensidad y combinarse con ciertas circunstancias vitales para que el trastorno aparezca. Los principales factores predisponentes o factores de vulnerabilidad para estos trastornos son los siguientes:
- Perfeccionismo: Creencia de que la perfección puede y debe ser alcanzada, añadiendo que cualquier cosa por debajo de la perfección es inaceptable.
- Autoexigencia: Tendencia a exigirse en todo momento y situación un nivel de funcionamiento regido mediante estrictas normas autoimpuestas. Se añade la falta de reconocimiento propio hacia los éxitos y un excesivo efecto negativo de los fracasos.
- Necesidad de control: Tendencia a experimentar como desagradables o amenazadores los acontecimientos o situaciones no previstos y/o sobre los que la persona no tiene capacidad de influencia.
- Pensamiento Dicotómico: Tendencia a pensar en términos absolutos y juzgar en función de dos categorías exclusivamente, todo o nada, siempre o nunca, etc, sin tener en cuenta los puntos intermedios o grados.
- Impulsividad: Tendencia a llevar un impulso al acto de forma rápida y no razonada, sin considerar las consecuencias.
- Autocrítica: Tendencia a evaluarse de forma intensamente negativa, a centrarse en los errores para realizar dicha evaluación y a realizar continuas críticas hacia uno mismo.
- Insatisfacción corporal: Malestar en relación a las características físicas propias.
Estos factores de vulnerabilidad se relacionan y refuerzan entre sí, por ejemplo:
- Si tengo mucha necesidad de control y pienso en absolutos (o tengo todo en control o nada), es fácil que me sienta como si no tuviera ningún control y viva muchos momentos como muy amenazantes.
- Si tengo mucha autoexigencia y además mi perfeccionismo me hace considerar erróneo todo lo que no sea absolutamente perfecto, continuamente me sentiré decepcionado pensando que estoy haciendo todo mal.
- Si tengo impulsividad, chocará directamente con la necesidad de control, ya que cuando actúe impulsivamente voy a sentir que he perdido el control.
Tanto estas como otras combinaciones de los factores de vulnerabilidad conducen a la insatisfacción generalizada y al sentimiento de falta de control, que son los dos aspectos más directamente relacionados con la aparición del trastorno de conducta alimentaria.
Pero para que se desarrolle el trastorno es necesario que estos factores se unan a algunas circunstancias que llamaremos factores desencadenantes. El trastorno aparece como combinación de ambos: predisponentes + desencadenantes.
Los precipitantes tienen que ver con una situación en la que suceden dos cosas:
- Aumentan el estrés (estudios, trabajo, viaje al extranjero), los problemas con otras personas o los cambios corporales (sobrepeso o cambios propios de la adolescencia).
- Una dieta, una enfermedad de cualquier tipo u otra causa hace que la paciente adelgace de forma rápida.
Entonces nos encontramos con que la nueva delgadez adquirida hace que la persona perciba sensación de control en un campo de su vida (el peso) en un momento en que otros aspectos de su vida le producen mucha sensación de descontrol. Además, se ve más a gusto con su imagen corporal, los demás le hacen comentarios positivos y se parece más al canon estético de la sociedad, con lo cual también comienza a estar más satisfecha (con su peso) frente a su insatisfacción en casi todo lo demás.
La persona asocia el dejar de comer (la restricción alimentaria) con la satisfacción y, sobretodo, con la sensación de control, frente a una vida en la que ella siente gran descontrol e insatisfacción. Hay un campo en el que puede sentirse segura y satisfecha: el peso y su control. Las bases del trastorno consisten en esta unión, pero su mantenimiento, lo que lo hace continuar y aumentar hasta poner en peligro la vida, tienen que ver también con los factores de mantenimiento. Estos factores incluyen la continuación de lo que comenzó el trastorno, unidos a las consecuencias de privarse de la alimentación.
Entre los más importantes factores de mantenimiento están las propias consecuencias de dejar de comer. Cuando se va reduciendo el peso, el cuerpo es menos capaz de realizar con normalidad sus funciones, y eso incluye las relacionadas con el pensamiento y las emociones. Un descenso de un 15% en el peso promedio esperado (según tablas standard en relación a edad y estatura) es relativamente poco apreciable por otras personas y produce ya efectos importantes en la persona y sus capacidades:
- En el pensamiento: Rigidez, dificultad para pensar en alternativas, pensamiento dicotómico, pensamiento centrado en la comida (por el hambre).
- En lo emocional: Irritabilidad y disminución de la intensidad de las emociones.
- En lo físico: El cuerpo reacciona ante la falta de alimentación como lo hace ante un peligro y agudiza los sentidos, aumenta la alerta y produce una cierta sensación de euforia y nerviosismo. Esto busca mejorar la capacidad de reacción para que el sujeto pueda encontrar comida, pero la persona suele vivirlo como algo agradable y piensa que son efectos beneficiosos extra que le indican que va por buen camino. Confunde la alarma con una señal de bienestar y lucidez.
Los efectos en el pensamiento aumentan cada vez más los factores de vulnerabilidad originales que comenzaron todo. Las emociones embotadas y la engañosa sensación física de alerta y euforia hacen que la persona sienta menos lo negativo y crea que cada vez está recibiendo más beneficios por dejar de comer. Todos estos efectos aumentan dramáticamente según desciende el peso, añadiéndose la incapacidad para concentrarse y mantenerse activa, pensamiento cada vez más rígido, etc
Además de estos efectos físicos y mentales, la conducta asociada al dejar de comer y su nueva irritabilidad y obsesión con la comida hace que la paciente choque con quienes la rodean. También tendrá cada vez más dificultades para mantener sus actividades normales y sus antiguas formas de divertirse o relacionarse. En general comienza a llevarle a tener problemas en las mismas áreas que iniciaron su insatisfacción, a la vez que siente cada vez más que el único punto de su vida en el que consigue lo que se propone y obtiene satisfacción es el control del peso. Para entonces ya existe un gran miedo a engordar, porque engordar supone perder la tan indispensable sensación de control y la satisfacción. La identidad de la persona se simplifica cada vez más y se une a su comportamiento de no comer y mantenerse delgada.
El aislamiento va aumentando, produciendo soledad y más tendencia a obsesionarse con el tema central de su pensamiento: la comida. La persona ve como produce preocupación y enfado en quienes la rodean y eso le lleva a la culpa. Pierde poco a poco las cosas que le producían alegría y aumenta la depresión. Todas estas emociones negativas y nuevos problemas se afrontan utilizando el mismo método que ha contribuido a crearlas o aumentarlas: el dejar de comer.
Este es el ciclo de los trastornos de conducta alimentaria en forma de esquema
Esta descripción parece explicar únicamente la anorexia, pero hay que aclarar que en el caso de la bulimia, la base es la misma: la necesidad de control y la insatisfacción. Se diferencian que en la Bulimia la paciente no consigue mantener el control necesario para no comer. En algunos momentos la impulsividad (y la necesidad fisiológica) les lleva a ingerir grandes cantidades de alimentos de forma desordenada y rápida, como reacción directa al periodo de abstinencia. Posteriormente, dentro de la mecánica de autoexigencia, autocrítica y sensación de haber perdido absolutamente el control, buscan la forma de “eliminar” lo comido mediante diferentes métodos como vómitos o ejercicio físico. Estos métodos, que pueden parecer indudablemente desagradables, le devuelven a la persona la sensación de control. Por eso terminan viviéndose como desagradables, pero positivos: representan una solución a la pérdida de la sensación de control que supone el atracón y restablecen el funcionamiento del ciclo completo. Es frecuente que las pacientes se muevan de la anorexia a la bulimia, o viceversa porque ambas tienen igual base y se diferencian en la “eficacia” a la hora de mantener el control sobre la comida y el peso.
Como se puede ver, los problemas de conducta alimentaria son complejos y comprometen aspectos como la autoexigencia, la insatisfacción y la necesidad de control, así como cambios en la personalidad derivados de la propia privación de alimentos. La explicación aquí descrita supone un resumen y se centra en los puntos más básicos y principales, pero existen otros factores y aspectos a tener en cuenta en los que no hemos entrado porque requerirían una extensión y profundización mucho mayor de la que disponemos.
Por último queremos señalar que el tratamiento requiere tanto trabajar con los factores de vulnerabilidad y la capacidad de la persona para resolver sus problemas como de restablecer la salud física y las pautas normales de alimentación. Omitir cualquiera de los dos puntos supone una alta probabilidad de recaída.
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